La innovación económica — el proceso por el cual las ideas se convierten en nuevos bienes y servicios — nos ahorra tiempo y dinero, aumenta nuestra calidad de vida, mejora la salud y las expectativas de vida. Las empresas que sobresalen en convertir las ideas en nuevas tecnologías y procesos obtienen una ventaja competitiva que se traduce en mejores puestos de trabajo para los residentes de nuestra región.
Nuestros laboratorios de investigación, parques tecnológicos, universidades, y empresas de fabricación avanzada son recursos que crean empleos bien remunerados y que atraen y retienen el capital humano que nuestra región necesita para competir con otros centros mundiales de comercio. Si bien tenemos instituciones de investigación de calidad mundial, una mezcla de diversas industrias, así como organizaciones cívicas fuertes y los cimientos necesarios para apoyar la innovación, nuestra región no se ha mantenido al ritmo de otras áreas metropolitanas en cuestiones de comercialización de la tecnología; una tendencia que se debe revertir para garantizar prosperidad en el futuro.
El sector público debe apoyar a aquéllas personas e instituciones privadas que puedan impulsar la innovación, especialmente mediante la conexión de nuestros investigadores con los empresarios. El gobierno puede también mejorar los sistemas de datos necesarios para medir la innovación, lo que ayudará a guiar decisiones sobre infraestructura y otras inversiones públicas para promover la innovación más eficazmente.
Al fomentar estratégicamente agrupaciones de industria —como la biomédica/biotécnica, la de materiales avanzados y la de la transportación y logística, así como nuevas agrupaciones como energía verde y la tecnología — podemos reducir la duplicación de entrenamiento laboral y otros esfuerzos. Y al estimular la experimentación y la creatividad necesarias para producir avances comerciales en esas industrias, vamos a crear una cultura que fomente la innovación en nuestra región.